Desmontando mitos empresariales: la factura ´desorbitada’

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Desmontando mitos empresariales: la factura ´desorbitada’

En la relación habitual con tus clientes, tanto actuales como potenciales, no cabe duda de que uno de los aspectos que suele causar una mayor fricción está relacionado, como no podría ser de otra manera, con el aspecto económico.

Así, es normal que la notificación de una factura, y más aún la entrega de un presupuesto previo, genere una situación poco confortable, que te puede hacer pensar que estás aplicando un precio excesivo por tu trabajo, sobre todo si tu actividad está relacionada con la prestación de servicios profesionales.

En numerosas ocasiones, esto suele llevarte a tratar de evitar esta confrontación mediante la reducción de los honorarios que, conforme a tus estimaciones, deberías aplicar por la realización de tu trabajo, con tal de conseguir un nuevo cliente o fidelizar a un cliente actual, generándote una cierta sensación de descontento personal.

Desde OGE Consultores consideramos necesario que tengas presente la importancia de aplicar un margen adecuado al desarrollo de tu trabajo diario, ya que, en caso contrario, estarás contribuyendo activamente a devaluar tus propios servicios, en lugar de dotarlos de una mayor relevancia de cara al exterior.

Debes tener presente que, aunque consideres que esta es una buena forma de consolidar tu cartera de clientes, la única manera de conseguir realmente este propósito será a través de tu profesionalidad, implicación y calidad de servicio.

Para ayudarte a reflexionar sobre este aspecto, hoy queremos contarte una historia que circula por la red, y que probablemente habrás escuchado alguna vez, pero que consideramos muy válida en relación a este conflicto interno que suele presentarse ante ti en cada presupuesto o factura.

“La producción industrial de una gran multinacional se estaba viendo afectada por una avería en uno de sus generadores, que ningún experto era capaz de solucionar.

La empresa no solo había recurrido a todos sus técnicos de mantenimiento internos, sino que había reclamado sin éxito los servicios de la mayor parte de empresas de reparación industrial del país.

Como última posibilidad, decidió contactar con un antiguo empleado, que contaba con más de 15 años de experiencia en la profesión, precisamente trabajando con dicha máquina, y que había decidido montar su propio negocio hacía tan solo unos meses.

Tras varios minutos de observación, el antiguo trabajador accionó cuatro botones del panel de mandos que controlaba el funcionamiento del mecanismo del generador, solucionando por fin el fallo técnico que impedía que este funcionara a pleno rendimiento.

El consejo de administración de la compañía, tremendamente agradecido, le invitó a que les presentara una factura por sus servicios, aunque todo se tornó en sorpresa y desaprobación al comprobar que este solicitaba 15.000 euros.

“¿Cómo puedes pedir 15.000 euros por darle a cuatro botones?”, le preguntó indignado el director general de la compañía.

“No, ese desglose no es correcto”, respondió con firmeza el exempleado. “Por darle a cuatro botones solo les cobraré 10 euros. Los 14.990 euros restantes son por conocer qué cuatro botones era necesario apretar.””