Desmontando mitos empresariales: el roble y la caña

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Desmontando mitos empresariales: el roble y la caña

En numerosas ocasiones solemos asumir que una de las claves del éxito de un proyecto empresarial reside, entre otros factores, en alcanzar el mayor nivel de crecimiento en la estructura de nuestro negocio, ya que cuanto más grandes seamos mayor será nuestra visibilidad, notoriedad y reconocimiento en nuestro mercado de actuación.

Para reflexionar sobre la cuota de realidad que se esconde detrás de esta apreciación, bastante generalizada con independencia del sector de actividad que tomemos como referencia, desde OGE Consultores hoy queremos aprender de las enseñanzas que nos ofrece la conocida fábula del roble y la caña, escrita por Jean de La Fontaine.

“Cuenta la leyenda que en la ribera de un río comenzaron a crecer un roble y una caña. Con el tiempo, el roble alcanzó una altura y robustez considerable, mientras que la caña se fue quedando cada vez más pequeña y liviana a su lado.

Debido a esta clara diferenciación entre ambos, el roble solía mirar a la caña y aprovechaba su posición privilegiada para recordarle en todo momento su reducido tamaño y debilidad, ya que cualquier cambio de tiempo hacía que se moviera de un lado para otro, aprovechando así para remarcar su imponente apariencia.

Sin embargo, un día se desató una fortísima tormenta, que no solo dobló la caña hasta casi alcanzar el cauce del río, sino que arrancó el roble de raíz, lo que fue aprovechado por los leñadores para serrarlo y transformarlo en tablas de madera cuando el tiempo amainó.

Así fue como la caña, que durante años había sido víctima de la soberbia y vanidad del roble, descubrió que lo importante no es no doblarse, sino aguantar en pie hasta en las peores condiciones posibles.”

 

Desde un punto de vista empresarial, la principal moraleja que podemos extraer de esta fábula radica en tomar conciencia de la importancia esencial de contar con la flexibilidad necesaria para adaptarte a los cambios que se producen en tu mercado, y más aún en un entorno como el actual, marcado por la impresionante velocidad de las mutaciones que tienen lugar tanto en el escenario como en los gustos y preferencias de tu público objetivo.

En este sentido, es preciso destacar la ventaja que tienen aquellas empresas que han sabido ajustar su estructura a los requerimientos y características de su ámbito de actuación, con el fin de no perder en ningún momento su capacidad de reacción y respuesta a los cambios del entorno.

De esta forma, aunque el viento y la tormenta provocada por una crisis puedan doblarlas y acercarlas al suelo, podrán tener la tranquilidad de que su capacidad de adaptación hará que recuperen, más pronto que tarde, su posición normal y sus posibilidades de seguir creciendo.

Esta reflexión no implica, en modo alguno, que solamente las empresas pequeñas dispongan de la aptitud necesaria para responder a los cambios a través de la flexibilidad de sus actuaciones, sino más bien la importancia de que basemos nuestro crecimiento empresarial en un proceso orgánico y lógico, que permita que este desarrollo constituya en todo momento una ventaja competitiva, en lugar de correr el riesgo de que pueda llegar a convertirse en una debilidad.